04 febrero 2008

La vida tranquila

No hay nada como pasar un fin de semana alejado de la gran ciudad para abandonar tus “novedosos” pensamientos de urbanita y recuperar las viejas y olvidadas costumbres de la vida tranquila.
Cada vez que paso un tiempo lejos de Madrid redescubro múltiples pensamientos que se me pasan mucho por la cabeza y que se vuelven a olvidar en el momento de pisar el asfalto.

Descubro...
Descubro que no es la única vida, el único pensamiento el de la ciudad. A menudo tengo en la cabeza que lo que aquí vivo es lo que todo el mundo vive. Que la gente vive lo mismo que yo, ve en la tele lo mismo que yo, tienes preocupaciones similares... y cuando me alejo de la ciudad me doy cuenta de que hay otras preocupaciones, otros ritmos de vida, otras ideas en la cabeza...
Descubro que hay que saber vivir con lo que tienes, con esa tranquilidad del que puede ser feliz con poco. No es conformismo, es disfrute. Nos pasamos la vida deseando cosas y no sabemos degustar lo que nos toca vivir en cada momento. Cosas tan sencillas como respirar, como comer una buena comida, como jugar al fútbol para pasar el rato, una partida de cartas... son esas cosas sencillas las que me hacen sonreir y no necesito nada más. ¿Por qué siempre nos andamos quejando?
Descubro que en un paseo uno descubre el mundo, las gentes, los lugares más bellos... y que paseando descubres cosas de la vida, y que paseando disfrutas de ella, y que de nuevo, no necesito nada más para ser feliz. Y que el frío no me arruga para poder pisar y dar un paso más, ya que habitualmente doy un paso rápido cual galope de caballo con los ojos vendados... y cuando corro por la vida no me doy cuenta de nada, y cuando no corro, sino que paseo, disfruto del instante, disfruto hasta del aire frío.
Descubro que el camino de la felicidad pasa por la bondad del campesino. Que nuestras posturas habituales de ejecutivo agresivo nos alejan de la felicidad, nos alejan del que tenemos al lado y lo que de verdad nos acerca al otro, es la vida sencilla, con poca cosa...

Olvidé, en mi lista de cosas que tengo que hacer al menos una vez en la vida, que al menos una vez debería vivir allí, alejado de las prisas.

Cada vez que voy al campo, vuelvo renovado. Vuelvo pensando, que quizá sería feliz ahí toda la vida...
Sin embargo, mi vida está aquí y la echaría mucho de menos, pero me vendría muy bien vivir aquí al estilo de allí.

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