Dos horas de búsqueda. Por cada curva, por cada cuneta, por cada refugio donde pudiera estar acostado mi coche. Con ayuda lo encontramos, ahí estaba, “como nuevo”, abrimos el capó... todo quemado. Un nuevo problema. Un nuevo grito, un nuevo enfado. No podía más, sólo quería que alguien me abrazase y me dijera que todo iría bien. Pero no tocaba hoy. El de la grúa quedó atónito al ver el estado en el que se encontraba el coche... era un milagro que no hubiera salido ardiendo. Un milagro que él siguiera vivo y que encontrara a alguien en medio de la nada... pero que pocos recursos... se tenía que acabar esto. Había que tomar decisiones urgentes. Que miedo me daba. 6 de la tarde, hora de descansar... al menos de momento.
Alguien me dijo que nunca te fíes de los momentos de prosperidad pues tras esos espacios de tiempo vienen siempre momentos de declive. Que tras una aparente calma llega la tempestad. Es decir, el famoso refrán castellano “Después de la tempestad llega la calma” dado la vuelta. En realidad me vino a explicar que ambas direcciones del refrán son correctas. Que la vida es cíclica, con altos y bajos. Y que uno no se puede fiar de los momentos de felicidad como no te puedes dejar llevar por la corriente de momentos negativos.
También aprendí que de todo momento negativo se aprende, se crece, que algo positivo se puede sacar y que lo que no te mata, te hace más fuerte. No es un tópico para mi, es realmente una necesidad creer en esto, para no caer en la desesperanza. Y de verdad que me lo creo, igual que creo en un Dios o igual que creo en mí mismo, creo que de lo malo se puede salir fortalecido y que algo aprendo. Aunque evidentemente lo malo que viene no se trata de un castigo divino para que aprendamos, para que no nos relajemos... pues ese sería un dios sádico (con minúsculas pues no es un dios verdadero) en el que no puedo creer. No hay castigo para el hombre por su maltrato al mundo, a su cuerpo, a la vida... al contrario, sólo hay palabras de esperanza.
Milagros. Un milagro es algo sobrenatural. Acostumbramos a decir muchas veces en nuestra vida algo así como “es casi un milagro”, “estamos aquí de milagro”... Quizá el milagro se ha hecho cotidiano. Yo viví un milagro el día que encontré a mi padre. El lo vivió pero al salir vivo de ese coche.
Se podía haber evitado sí. Si yo no le dejara ir al aeropuerto o coger un coche. Si él fuera consciente de sus limitaciones. Si mi madre me hiciera un poco de caso. Si él no hubiera bebido durante años y hubiera maltratado su cuerpo...Las cosas no suceden porque sí. Suceden por una razón. La razón era que yo tenía que dar un paso al frente y decir: “Se acabo”. A partir de ahora las cosas deberían cambiar. Debería darme cuenta de que me necesitan y yo a ellos. Y eso implica cuidar de ellos. Mi razón son ellos.
Con esto acabo con este serial tan pesimista en ocasiones. La próxima vez que escriba prometo ser más positivo.