21 febrero 2008

Las 24 peores horas de mi vida. (II)

Tras varias horas de incertidumbre, peleas en idiomas extranjeros, faroles,insultos y mucha mucha desesperanza, un autobús con destino a otro país nos acogía, para llevarnos a otro aeropuerto donde facturemos de nuevo nuestras maletas y quizá lleguemos a buen puerto. Dos horas de viaje por carretera, incertidumbre y sueño, muchos pensamientos y escuchar conversaciones ajenas... “Tú me hiciste ver que querías algo conmigo.” Espetó él. “Tú quisiste ver que yo quería algo contigo” dijo ella. Ella dormía en mi hombro, yo no conciliaba el sueño, sólo pensaba en que mañana no podría ir a trabajar, estaría molido. Tantas excusas y sin embargo tan ciertas. Ya no sabía que era verdad y que no. No me creía que en el 2008 jugaran contigo cual marioneta y ni siquiera un lo siento. Así es la jungla, habrá que acostumbrarse.
¿Alguna vez te has parado a escuchar lo que otro que tienes al lado dice? Algunos dirán que si este es un desconocido, lo que estás haciendo es espiar la conversación del otro. Yo aprendí mucho de esas dos personas que durante dos horas seguidas, discutieron, hablaron, se echaron en cara miles de cosas, y finalmente, no acabaron juntos. No se como llegaron a ese lugar, a ese país, sólo ellos dos, simplemente amigos que sabían lo que cada uno sentía del otro. El uno la desesperación del intentarlo y sentirse rechazado, la otra la incomodidad del dar un no, con múltiples excusas encubiertas sin decir la verdad por no herir al otro. Realmente era un relato apasionante. Sólo por una amistad (que por lo que oí era bastante reciente) ellos estaban en ese sitio y viviendo todas esas desventuras que yo vivía con mi pareja. Y pensé lo afortunado que era de estar ahí acompañado, poder abrazar a alguien y no tener miedo de sentirme rechazado, saber que el abrazo era correspondido.
¡Cuantas veces me rechazaron! Bastantes. Cada vez que me “enamoraba” (si se puede usar ese verbo) me daban una patada en el culo vestida de miles de halagos del tipo: si eres genial, si no te mereces alguien tan mala como yo, si es que no es el momento adecuado, si es que... en realidad, desde fuera, escuchando a estos dos me di cuenta de que todo en la vida en estos aspectos es una farsa. Es un baile de caretas, en el que gana el que mejor engaña. Una vez conseguido el botín ya habrá tiempo de quitarse las caretas. Y la cosa resultará o no, pero el objetivo estaba cumplido. Cada día lo tengo más claro.
En este pedazo de relato también hablo de mi miedo ante el que dirán en el trabajo. Me daba la sensación de que como a un niño en el colegio le riñen eso harían conmigo. Que me movía en un mundo de adultos pero que ellos no querían comprender que realmente me iban mal las cosas. Estoy tan acostumbrado a ver como la gente miente, que cuando pongo yo una excusa, creo que los demás pensarán que miento. ¿Cómo hacer creible las penurias? El cuento de Pedro y el lobo está muy metido en nuestra sociedad, ya se sabe: el que no llora no mama. Está instaurado. Y yo siempre tuve miedo a que alguien me considerara un caradura, pues es uno de los roles que más odio en el mundo. Por eso tenía miedo, miedo al que dirán, como siempre en mi vida. Esa es mi principal limitación. Lo tengo claro.En esa “jungla” de intereses a nadie le importaba donde estuviera yo, darme una explicación, hablarme claro; seguir mis reglas, es lo único que pedía. Pero mis reglas no son las reglas del mundo. Quizá me muevo en parámetros inadecuados. Muchas veces siento que las básicas normas de cortesía que yo considero – el “no molestar”, el “respeto y distancia al otro”- eran vulneradas y no entendidas por nadie. Se nos faltó al respeto. Nos hicieron perder varias horas de nuestra vida y nadie nos dio una explicación. La jungla...

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