17 abril 2008

No hay final

La condición humana de animal, nos limita tan sólo en el sentido de tener fecha de caducidad. Si no, los humanos seríamos poco más que dioses, inmortales e inteligentes, capaces de lo mejor aunque también de lo peor. Capaces de la mayor de las bondades, de la solidaridad, de la paz y del poner la otra mejilla pero a la vez capaces de las guerras mundiales, del terrorismo, de la bomba atómica. Estas últimas, no son tópicos, son realidades. Realidades que degradan al ser humano, que han ocurrido y que ocurren. Nos pasamos más tiempo puteados y puteando que siendo felices y haciendo feliz a la gente.
La clave está en la filosofía de vida que llevemos. Si nos pusiéramos todos de acuerdo el mundo sería ideal. Pero hay gente que desafía a la vida todavía, que quiere su bien y su objetivo, aunque por ello deba pisar a medio mundo. Ponerse de acuerdo, caminar hacia el mismo sitio es utopía. Utopía irrealizable, imposible, insoñable.
Sin embargo, sé que hay reductos de vida dedicada a la vida. Gente que se deja la piel para decir al mundo (sorprendentemente) que la muerte no es el final. Que nuestras palabras tienen eco en la eternidad, que nuestros actos nos hacen eternos. Que nuestro espíritu queda, vagante, por la vida terrena. Siempre he sentido que cuando alguien se va, nos deja un poquito de si mismo a cada uno de los que se habían sentido alguna vez “tocados” por él. Por cierto, no hablo de “predicadores” sino de “actuadores” que con su forma de vivir me transmiten el mensaje de la vida.
No hay final para el hombre en la muerte, al hombre tal y como le conocemos como maquina de hacer buenas cosas y malas cosas sí, ese sí se acaba. El que no acaba es el que siente y padece, el que se alegra y se place, el que vive. El sentimiento, el alma, el soplo, el aire... ese no acaba, ese sigue perenne a las personas que fueron sopladas por él. Ese consuelo desde luego me queda. Lo creo firmemente.
La muerte no me da miedo. Sí que me da miedo vivir muriendo. No aprovechar la vida, ser un cadáver en vida. Eso sí que me aterra. Ante la muerte sólo me puede quedar dar un paso adelante hacia la vida. Vivir es la solución a mis problemas.


“Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad.” (Gladiator)
Esta frase resuena en mi cabeza, hace que me sienta eterno, casi un dios, que pueda creer que no soy tan limitado, me da una importancia... me hace creer que desde algún sitio me están mirando y cuidando con detalle. Ese sí que es Dios, no yo.

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