14 julio 2008

How to dismantle the atomic bomb

Así se llamaba un disco de U2. Y me viene al pelo para este post. ¿Cómo desmantelar lo más grande, un auténtico bastión? En el caso de u-two la bomba atómica lo entendemos como algo nocivo y negativo para la humanidad. Yo hablo de algo positivo, bueno para un grupo de personas, en concreto para la Pastoral Parroquial.
Hablo de cómo desmantelar algo que funciona... realmente estoy indignado.
Os pongo en situación. Yo trabajo en la Pastoral de un Colegio. Se nos considera desde toda España como uno de los puntales en trabajo con jóvenes y bastante consolidados. Sacamos números de chavales aceptables y no somos como esa Iglesia rancia que vemos en las noticias. Pero en este caso... realmente sí que me recuerda a esa Iglesia rancia. Cada cierto tiempo, dicha Iglesia que pertenece a una Orden de religiosos, se renueva, destinando a los sacerdotes a diferentes sitios. Y lo normal es no hacerlo todos a la vez...
En Pastoral hay 4 sacerdotes dedicados y luego está el Párroco. Han destinado a otros sitios a 3 de ellos y al Párroco también...
El de los más pequeños del colegio y coordinador de la Pastoral, fuera. Otro de los pequeños, fuera. El de los más mayores del colegio y responsable de la Pastoral de ex-alumnos del colegio, fuera. El Párroco (por si el Párroco pudiera ser un punto de consistencia que se mantiene) fuera. Sólo han dejado al de los adolescentes.
Para dar mayor gravedad al hecho: el que han dejado es el que menos tiempo llevaba en el colegio, el más joven, más saturado de cosas y más agobiado... y encima como es el único que se queda le nombran nuevo coordinador de la Pastoral del colegio.
Y traen encima sacerdotes de menos: ¿un cura para los pequeños? ¡Que va! Parece que no hace falta. ¿El otro de los más pequeños? Pues pasan de un cura joven de 35 años a uno que viene de misiones de 65 años... ¿Y el de los mayores? Pues de un cura inteligente, con varias carreras, doctor cum laude, sobradamente preparado y con carácter para una posición difícil como la de los mayores de edad, tan reivindicativos y problemáticos muchas veces, nos traen a uno con carácter voluble y sin mucha ilusión.
Ah y el párroco, se me olvidaba, la cabeza de nuestra parroquia no podía ser uno de los que ya estaban, tampoco... traen a uno de nuevas, desconocido.
Se avecina el caos en el “bastión” de las parroquias de esta orden en España. El bastión. Que gracioso, menudo bastión. Que forma de cargarse una Pastoral consolidada. Que forma de sembrar la incertidumbre en todos los jóvenes. Que ganas de crear disensiones en el terreno de los laicos. Un terreno muy desgastado en estos años. Desgastado por una ida y venida de ideas contradictorias en los últimos años. Por una historia de desencuentros continuos en los que unos dábamos la cara por los sacerdotes y otros atacaban sin compasión. Y los que damos la cara por ellos, ahora se nos queda la cara rota por esta tontería, que no tiene defensa alguna.
El otro día se lo dije a mi cura de confianza: “ya podéis dar poder al laico” Y se me olvido decir: “dar poder al laico adecuado”. Hay muchos intereses creados. Mucha gente que quiere sacar tajada, y que, como en los mejores tiempos de la Iglesia, quiere posiciones de poder. Ojito a donde nos estamos metiendo. Es la historia de siempre: ¿dónde queda lo Evangélico? ¿dónde queda Jesús en todo esto?

¿Y cual es el poder del que hablo que se debe dar a los laicos? Darles confianza, darles voz y voto en los organismos, prepararlos, dejarles tomar responsabilidades... El beneficio sería doble: por un lado los curas se enriquecerían de otro conocimiento del mundo, no tan alejado como el que tienen ellos muchas veces, por otro lado los laicos dejarían de criticar desde la barrera, se pondrían delante del toro y tendrían que cargar con las culpas en caso de que las cosas vengan difíciles. Así no sería tan injusta esta relación. Ya intentaré incidir algún día en esto...

De nuevo pedir disculpas a mis “fieles” lectores por no escribir. He estado fuera de Madrid. Pero prometo que durante los próximos días voy a escribir una serie de entradas encadenadas (muy positivas por cierto) que dejarán sin hipo al más confiado.

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