11 diciembre 2008

Ante mi problema, tibieza.

No soy muy normal. Me paso el día triste o eufórico, no tengo términos medios.
Siempre he pensado que recibía bien las críticas pero no es así. No encajo bien que me digan mis defectos, creo que nadie lo hace de todas formas. Ayer estaba eufórico, contento... y un amigo me vino a decir un problema que tuvo conmigo hace un par de semanas y que yo no supe ver. La primera reacción, desproporcionada, como siempre... luego entras al trapo, aunque más tranquilamente, pero no dejas de tener la sangre caliente y no expreso lo que realmente siento, no me puedo defender con los mismos argumentos ante lo que yo creo (equivocadamente) como un ataque. Y más viniendo de la persona que viene, que conozco hace 15 años y que salgo con él y somos amigos desde entonces.
Otras personas evidentemente que también metieron baza, no tienen el mismo derecho o no tienen el mismo conocimiento, pero él sí. Y por eso, me duele. Porque sé que tiene mucha razón en lo que dice, aunque por otro lado, no me dice nada nuevo.
Pero la cuestión es: si yo tocara tu punto más débil, si yo te dijera que corrigieses aquél defecto que sientes que te hace polvo cada día, que tienes presente pero no controlado... ¿cómo te sentirías? A mi me tocan donde más me duele, y la verdad, no estoy preparado para que otro me lo diga y me corrija.
Lo peor de todo esto es que no puedo corregirlo. Llevo tiempo queriendo ser una persona normal (como he dicho antes, se que “no soy muy normal”). Una persona amable, cariñosa, extrovertida... y que no pase cuentas por el mal, que no responda alocadamente a lo que no me gusta, que no de un portazo en la cara o grite o me vuelva loco cuando algo no me guste...
Y es que hoy por hoy, me siento un niño caprichoso. Un niño mimado al que le dan todo y que cuando no se cumple se cabrea, y tras el cabreo los lloros... No sé porque soy así. Sinceramente me siento impotente ante mis limitaciones. Soy incapaz de vencerlas. Va en mi sangre, va en mi ADN, va conmigo allá donde voy...
Y sé, que esto tarde o temprano me pasará factura, que me pondrán en mi sitio y no precisamente será uno de los sitios de honor. Porque mis propios amigos desconfían de mi en ese aspecto y están hartos, porque mi novia no me entiende e incluso me tiene miedo, porque en mi casa me comporto como un egoísta insociable y me dan por caso perdido... realmente me siento en deuda con todos los que han tenido tanta paciencia conmigo pero no les puedo responder que nunca más me volverá a pasar. Mi espíritu hipercrítico y pesimista, mi mala leche, mis malos modos, no van a acabarse de la noche a la mañana... así que creo necesario tomas decisiones para no hacer daño a la gente.
Creo que debo cambiar algo de forma radical: si ahora soy muy parlanchín y digo cosas sin pensar, lo que debo hacer es callar, escuchar más y pensar antes de hablar. La gente no quiere fríos o calientes de corazón, quiere tibios. Porque los tibios no le dan problemas. Yo siempre en mi vida he pensado que no hay nada peor que ser tibio, pero sin embargo me doy cuenta de que no hay nada mejor para no ser odiado, aunque desde luego tampoco me sentiré tan amado como me he sentido tantas y tantas veces...
Siempre en mi vida me he expuesto demasiado a la gente que quería, les he abierto de par en par como soy: mostrándome torpón, limitado, espontáneo, sincero,... y eso ha hecho más fácil que me digan lo que piensan, de la misma forma que yo decía las cosas tal cual me venían... aunque ahora me doy cuenta de que ellos no han sido todo lo sinceros que podían ser... por miedo a mi reacción.
Para entenderme habría que estar dentro de mi cuerpo y sentir lo que yo siento. Nadie se imagina como estoy por dentro para esas reacciones... acumulo las frustraciones de todo el día: por sentirme un talento desaprovechado, por la vagancia, pereza y falta de ambiciones constante en mi vida, por la suma de incoherencias... acumulo y de repente, ante algo que quizá no tiene importancia, reacciono desproporcionadamente. Grito, no atiendo a razones... todo lo que albergaba dentro de mi sale de mi boca, de mi cuerpo, de mis gestos. Todo sale y hace daño, hace heridas que como digo, tarde o temprano pasarán factura. Y me quedaré solo.
Quizá ha llegado el momento de dejar de exponerse, de guardarse un poquito los sentimientos y ser tibio: sin amar y sin odiar, sin palabras sabias ni necias, sin risas y sin llantos,...

No hay comentarios: