04 diciembre 2008

Máquinas complejas

El cuerpo humano es una máquina realmente perfecta. Pero todos sabemos que las máquinas tarde o temprano dejan de funcionar. El tiempo, a nadie perdona, ni siquiera al mejor de los engranajes, que poco a poco, como fruto del paso de las manijas del reloj también se degrada, y hay que cambiarle piezas, repararle otras y en general, cuidarle, cuidarle para que el tiempo pase más despacio de lo que debe.
Cuando fuerzas a la máquina y la das una exigencia excesiva como la de los deportistas de élite... la máquina te responde con lesiones en forma de rotura de piezas, o con una prematura rotura general de la máquina (véase los casos de Antonio Puerta, Marc Vivién Foé, Miklos Feher...).
Cuando maltratas a la máquina y la das combustibles nocivos, lubricantes inadecuados,... cuando te pasas con el alcohol, con las comidas copiosas y llenas de ricas grasas... la máquina tiene bajones de rendimiento o puntuales averías que a la larga acortan la vida útil de la máquina. Que me lo digan a mí, que llevo una semana hecho polvo y estoy aterrorizado con la llegada de las Navidades: empachos, vinos, mariscos,... la máquina va a pegar un nuevo petardazo. Y eso a la larga se nota.
Parece mentira que con el paso del tiempo se note tanto el deterioro de la máquina: no tiene tanta velocidad, no reacciona con los mismos reflejos, cada vez ve menos los obstáculos lejanos y poco a poco le van saliendo defectos que son solucionados con nuevos parches.
Los mecánicos del cuerpo son aquellos que nunca tendrán crisis ni ERE’s ni despidos por falta de trabajo, ya que siempre habrá sitio para ellos, porque la máquina perfecta nunca será inventada, al menos la máquina perfecta que permanezca inalterable con el paso del tiempo.
Pero ¿cuánto dura la máquina en el estado más alto, en la punta de rendimiento? Es difícil incluso determinar cual es la punta de rendimiento...
Unos considerarán que la punta de rendimiento está en cuando se es más atlético: cuando el cuerpo da mejores resultados en lo físico, es más rápida, más fuerte...
Sin embargo para otros la punta de rendimiento estará en el momento en que la máquina sea más inteligente, tenga conocimientos adquiridos más potentes y tenga la capacidad para emplearlos.
Otros, raros ellos, considerarán que la experiencia de la máquina le da un valor añadido o al contrario, que la mayor potencia de la máquina está en su juventud, en su rodaje: cuando es capaz de aprender cada día más y más, cuando es un buscador incansable de nuevos procedimientos de uso, de nuevos habitats donde desarrollarse...
Esa punta de rendimiento durará poco, sea la que sea. Durará poco si no se cuida. Hay que tener cuidado de dar a la maquina lo que necesita en cada momento, para que no se oxide. Aunque el valor de la máquina, puede que este precisamente en eso: en su versatilidad, en sus diferentes usos a lo largo de su vida útil (su vida útil = su vida completa en el caso de una máquina tan compleja como la que hablamos), en su capacidad de transformarse y adaptarse a las nuevas situaciones que le vienen.
Pero creo interesante hacer la siguiente reflexión: ¿Qué tal tratamos a la maquina? ¿Le estamos dando lo que se merece? Cuidados, revisiones cada cierto tiempo, ni excesos ni defectos... yo tengo que decir que estos días estoy notando como debo poner parches continuamente y sin embargo no tengo un recorrido muy largo todavía. Me estoy planteando que hay que dejar ciertas actitudes nocivas para una máquina que ya no está para una función pero que sí lo está para otras muchas. Hay que saber decir basta en el momento justo, asumiendo la situación de limitación a la vez que encontramos un nuevo uso para el complejo mecanismo que gobernamos. Adaptarse o morir dijo alguien muy sabio.
Realmente hay que ser consciente de la situación que vive cada uno y aprender a cuidarse, poner las soluciones en el momento justo, anticipándose a los fallos o a las averías: prevenir antes que lamentar.
Cuídate!

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