12 agosto 2008

Entre la envidia y la pena.

La primera duda que me asalta al abordar este tema es el título. He puesto este título pero bien podría haber puesto otros dos que valdrían igualmente como “unos crían la fama y otros cardan la lana” o “Triunfo social libre o ermitaño coherente coartado”. Finalmente elegí este porque es el más entendible y atractivo para un lector ajeno a mis pensamientos y quizá me alejo también del refranero español tan manido. Además, quizá refleja mis sentimientos.
Al grano. En la vida los duros triunfan. Los que tienen la cara más dura. Los que van echándole morro a la vida y no respetan el espacio del que tienen al lado. Los que ponen una coraza delante de los sentimientos. Los que se muestran esquivos para hablar de ellos mismos. Para mi es injusto.
Para mi, debería triunfar el sensible. El que presta atención a los pequeños detalles. El que prefiere un cara a cara ameno y cercano, a un tira y afloja como si fuera una negociación en su relación con las personas. Sin embargo, este no triunfa, este se siente perdedor, se siente estafado.
En mi vida, me he sentido como este último que os comento. Muchas veces. Demasiadas. Un día en mi vida las tornas cambiaron, sentí que las cosas me empezaban a ir bien: trabajo, situación de pareja, ir el primero en algunas facetas de mi vida... pero jamás le eché cara a la vida. La tenía respeto.
El que triunfa a base de cara, a base de abusar del otro, lo tiene más fácil. Lo tiene más fácil sobretodo por una cosa: si no es descarado, socialmente tiene el éxito asegurado. Si emplea bien las técnicas de hipocresía y lameculeo, de falso colegueo, de interés, de comunicación basada en el te doy y te quito... lo tienes hecho. Pero no es justo. Al menos en mis esquemas.
Mi camino ha sido mas difícil que el de otros. Y siempre en la cabeza con una pregunta: ¿merece la pena ser buena gente cuando ves que socialmente el que triunfa hace lo que quiere? Y sinceramente, no encuentro respuesta.
Y tu amigo, has elegido ese camino. Has elegido trepar hasta la cúspide, pasando por donde quiera que tengas que pasar. Has elegido el triunfo social. Has elegido criar la fama. Has elegido hacer lo que te salga de la polla. Has elegido usar a las personas, según el interés en cada momento. Has elegido una vida de vicios y desfases. Has elegido hartarte a follar... ¡animalito!
Y te envidio. Sinceramente te envidio. Porque tu estás eligiendo en cada momento. Porque no te reconcome la conciencia (aunque a veces me dices que sí, luego lo vuelves a hacer con lo que mucho no te debe influir). Porque hablas a todos con una sonrisa en la cara, y luego no te importa ponerlos a caldo en su espalda. ¡Qué bien juegas tus bazas! Envidio que seas capaz de medirte y no poner mala cara a quien no te cae bien. Envidio que en definitiva tienes ese éxito social del que yo careceré siempre.
Y me das pena sin embargo. Porque eres apariencia. Porque estás vacío. Porque tu éxito es una farsa, porque no eres tú, sino una imagen de lo que tú eres. Tú no eres, sino pareces. Y sin embargo, que bien te va con eso... joder.
El problema que tengo me lo dijeron el otro día: “no eres libre”. Y es totalmente cierto, no lo soy. No hago lo que se me pasa por la cabeza o por la polla. Intento seguir lo que me dice el corazón. Y eso me hace “supuestamente” feliz. Pero cuando entro en comparación con el que tengo al lado, y le veo que hace lo que quiere y le va bien, que la gente le adula, que la gente le da lo que quiere, que tiene el camino más fácil que el mío... entonces es cuando me pongo de mala leche, me frustro y me quemo. Es complicado ser coherente con el corazón cuando ves una sociedad de tiburones. Cada vez más. No estoy libre, ni lo estoy ni lo soy. Vivo coartado. Pensando en lo que el otro me va a decir. Me afecta demasiado. Intento agradar pero no soy capaz. No se callarme lo que yo llamo verdad. Y por eso me ha ido mal muchas veces.
Yo elegí ser ermitaño. Cardar la lana. Elegí el camino difícil porque me dijeron que merecía la pena. Y seguiré en él, aunque vea que el mundo es injusto. Intento creer en otro mundo. Seré iluso pero tengo que vivir así. Atado. Pero estas ataduras al menos no hacen que por las mañanas me levante sintiéndome como si fuera una rata...

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