16 octubre 2008

En el filo de la navaja

Cuando uno juega con fuego le pueden pasar dos cosas: o sale airoso y victorioso, o sale ardiendo y perdedor.
Yo, tradicionalmente, soy excesivamente conservador. ¿Por qué? Pues porque cuando me la juego, en la mayor parte de los casos, salgo ardiendo, quemado y perdedor. Ni recuerdo la de compras inútiles (por defectuosas, por precio fuera de mercado, por inservibles o por poco uso) que he realizado en los últimos años: ordenador portátil, mp3, coche, varios móviles, ropa...
Tampoco recuerdo las veces que me embarqué en un proyecto y lo dejé a medias, o sino a medias, a mitad del camino, he estado cansado de recorrerlo.
Lo que me lleva muchas veces a no embarcarme, a no comprar, a no moverme de mi quietud, porque la verdad... mejor a gusto en mi reducto de seguridad, de conformismo... que arriesgarse a salir escaldado.
Y sin embargo, me frustro. Porque soy tremendamente inconformista. Porque siempre quiero más... y cómo no lo consigo: añoro, envidio, me entristezco, siento que desaprovecho la vida...
El otro día, me arriesgué. Pague una cantidad de dinero por algo, aún a sabiendas que eso quizá no era lo que buscaba, que quizá no me daba la solución,... me arriesgué y gané. La compra arreglo el entuerto en el que me había metido. Por una vez salí ganando ¿quizá cambió mi suerte? No lo creo.
En el filo de la navaja el mundo se ve diferente. Cuando estás en ese instante de indecisión, de tensión... todo se ve realmente distinto. Recé todo lo que sabía sólo porque aquello me arreglara el día. Funcionó. Y ahora pienso: quizá debo arriesgarme de vez en cuando. Laboralmente, buscar lo que quiero y dar el paso. En negocios, comprar aquello que realmente me pasa por el corazón y no por la cabeza.
Te puedes cortar en el filo de la navaja, pero también puedes salir tremendamente orgulloso de tu opción. Si sales victorioso, realmente estarás contento de lo que hiciste... y si pierdes...¿realmente qué es el dinero? ¿qué hay que no se pueda solucionar en esta vida? Un error por un acto puede ser subsanado, pero un error por omisión del acto... nunca volverá a pasar delante de tus ojos. Nunca volverá el tren.
Este es un llamamiento a los que dudan si embarcarse o no, que dudan si arriesgarse o quedarse en casa. Deja el paraguas en casa y sal a la calle, mójate con la lluvia que esta cayendo, y gana.
Sin embargo, es tan fácil decirlo y tan difícil hacerlo... ojalá fuera capaz de arriesgarme siempre. Y ojalá saliese victorioso siempre... pero la realidad es más cruel que todo eso. Quizá la sociedad actual nos enseña a conformarnos pues nos mete miedo cada día, nos habla de crisis, nos habla de todas esas cosas que debemos temer de nuestro futuro...
Un error cuesta en la medida en que uno sepa superarlo. Quizá yo vivo acomplejado más por mis errores que engrandecido por mis aciertos. Y por eso, no soy capaz de arriesgarme. Sólo se arriesga aquél que no tiene nada que perder, aquel que se sobrepone a la derrota, aquél que un error no es más que un hecho aislado, que no es más que una chinita en el zapato... que mañana se quita del zapato y se olvida... y sin embargo, para mi es un grillete.
Ojalá tú, lector, lleves chinitas en el zapato y no grilletes en el tobillo. Y si puedes, arriesga. Que el que no arriesga, no gana. Y que es la vida más que cuatro días mal contados...

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