18 noviembre 2008

Dos niñas de ojos tristes.

Yo pensaba que la desconfianza tenía un límite. Que uno no podía desconfiar de los abuelillos que pasean por el parque. O de los niños que juegan alegremente. Realmente este es un mundo perturbado; sin quererlo creo que tengo motivos para desconfiar.
Mientras tomaba algo en un bar, una niña junto a su hermana se me acercó. Me dijo que la diera un beso. Yo, desconfiado que soy, lejano y esquivo del trato humano me negué inicialmente a dárselo, sobresaltado por esa petición de alguien desconocido. Insistió y pensé: ¿qué hay de malo en dar cariño al mundo? ¿qué hay de malo en una niña inocente? Aparentemente además podrían ser hijas de cualquiera del local. No podía negar a un niño un beso.
La niña y su hermana querían dar un beso a los que allí estábamos por todos los medios, y yo lo siento, pero comencé a desconfiar desde el instante en que vi sus manos. Manos sucias, manos descuidadas... cualquier madre hubiera echado una bronca a sus niñas por llevar así las negras manos y tener las uñas ennegrecidas. Mientras, ella nos distraía, yo no la prestaba mucha atención la verdad, pues buscaba a su familia. Familia ausente. Que no existía. Tenía que estar alerta, con los cinco sentidos activos, pero no sabía como despegar a las niñas de nosotros.
Los ojos de las niñas, no reflejaban alegría, aunque quisieran cantarnos una canción o quisieran saber como nos llamábamos para hacernos un poema. Reflejaban tristeza, no se que tipo de tristeza: de pobreza, de represión, de pérdida de su inocencia, de abusos,... realmente se me estremece el cuerpo de pensar en lo que habrían vivido.
Apenas duró unos segundos, medio minuto a lo más su presencia entre nosotros, pero ya estaban abriendo un bolso... y el encargado las echó del local y nos advirtió que esas niñas se dedicaban al pillaje.
Me desmoroné. Lo sabía, pero no quería creerlo. Desconfiaba pero no podía hacerlo. Ahora tengo motivos para dudar de cualquiera. ¡Qué mundo este!

Y esto hace que me plantee tantas preguntas... ¿Qué clase de padre enseña a sus hijas a robar con tan depurada técnica, en la que se aprovecha de la inocencia de sus niñas de ojos tristes? ¿Cómo viven esas niñas? ¿Cómo es una infancia en medio de la inmundicia? ¿Qué clase de mundo, de país, es este que permite semejantes esperpentos?
Me planteo qué importa de verdad en esta vida. Qué es lo que debemos poner en primer lugar en nuestras vidas. Me planteo que los más pequeños y los más ancianos no merecen las crueldades del mundo, no se merecen que nadie desconfíe de ellos, y no merecen ser utilizados al antojo de gente sin moral alguna. Yo, desde mi posición me tengo que levantar la venda social que llevo y tengo que llorar ante esta injusticia, que me revuelve el estomago, que hace que me sienta absolutamente sucio de vivir en esta sociedad. Más sucio que las manos de aquella niña, que no merecía una vida como la que sus asquerosos padres la estaban dando...
No se de que manera, no se cuando, pero algún día tendré que luchar por injusticias como esta. Hoy no hay espacio en el blog para mis penurias o para política o deporte. Hoy os pido que reflexionéis, que penséis en esas niñas de ojos tristes...

No hay comentarios: